He compartido el pan
con policías y abogados mezquinos,
junkies
de closet apocados, bandidos.
Me he podido sentar
con algún prohombre en la mesa
y usar el cubierto con la misma destreza
que he soportado, sin protestar,
charlas triviales de mujeres de aspecto adinerado
y he podido siempre evitar
mirar sus culos o si son perfectas, con tal
descaro.
He departido en fiestas
repletas de izquierdistas,
de fundamentalistas,
directores de teatro,
maestras, marchistas,
pintores derechistas,
escritores frustrados,
actrices casquivanas
en busca de atención,
críticos de artes plásticas
y sin una solución
burócratas culturales,
bailarines de capoeira,
modistas, agiotistas, manieristas, taxistas,
poetas menores sin juicio en el banquillo,
¿trovadores? sí, trovadores de bolsillo.
Siempre he sabido que una golondrina no hace
verano.
Pero nunca, nunca he podido aclarar
esos vaivenes de tu espíritu cuando se decide a
hablar
de ti, de lo que quieres, de nada y todo,
importante.
Confieso, entonces, que soy un intolerante
y un reaccionario.
Y me acuso de ello.
18/04/11
12:00 pm eselepe
darioparga
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