Disforia:
Paisaje lírico a tres voces.
La Disforia se entiende como un desarreglo de las
emociones y se puede experimentar en respuesta a acontecimientos vitales
ordinarios como la enfermedad o el duelo. DISFORIA, el nombre de este
disco, es el nombre del texto de Noé Morales y es el nombre de la obra que
dirigió Edén Coronado quien tuvo a bien invitarme a hacer la música que hoy después
de un largo trecho andado por los vericuetos de las interpretaciones da cuenta del momento en que comenzó el proceso de su
transmutación discontinua y metamórfica hasta el de la creación del día
de hoy, que no es cosa de un día. La revelación es mucho mas lenta.
Y
entonces lo anecdótico, que también se convierte en parte fundamental de esta
edificación, que podría, sin temor del cliché que esto representa, decir que es
un disco experimental. La música original fue creada para la obra de teatro
junto a un par de canciones que formaron parte de la misma pero que no estaban
planeadas, otra que sí lo estaba y al final no se utilizó; después el montaje y
con los elementos de escena incluyendo a los actores fue que construí esa
música incidental que trajo antes y después del estreno más canciones que ya nos
pertenecían a todos, al texto escrito y al texto dirigido; palabra por palabra
fueron acomodándose en tiempo y espacio a estas músicas que formaban parte de
la estructura escénica con la que creé todo el paisaje sonoro y aunque es un
disco con elementos orgánicos es totalmente concebido como electrónico, ahí la meloforia que
concentra todo en esta capacidad de
soportar por medio de la música.
Hoy me
encuentro aquí llamando a las cosas con mi voz, mezcla de restos no menos fragmentados ni menos absurdos que los desechos
del alma donde flotan recuerdos rotos, yoes arrinconados, intimidades violadas,
chistes cifrados, futuros extinguidos, amores perdidos, significados olvidados
de palabras huecas, altisonantes, en un entorno natural un poco aturdido por el
estallido, por que al decir DISFORIA no podría dejar de construir cierto
misticismo sobre su lúgubre significado desprotegido en su condición de
antónimo; el estado en el que se encuentra en este momento es incalculable, trascendería
todo lenguaje y el comparativo estrictamente inmediato sería como es la implosión a la explosión, pues tal
exabrupto tendría proporcional campo de afección pero hacia adentro; como decir
que son canciones de desamor cuando el punto primordial es que son de amor, ese
que está bajo el influjo de la experiencia de la perdida que el texto original dicta.
Este paisaje lirico en una sola voz reconstruye progresivamente tres
interpretaciones del dolor en voces que se cruzan sin encontrarse. Una
joven que se descubre portadora de una enfermedad terminal *, una mujer de
mediana edad que no termina de entender por qué ha sido abandonada por su
pareja ** y un hombre que se obstina en complicar su relación amorosa ***; los
tres personajes son sustraídos del escenario para dar pie a la
lírica de un discurso abierto que apela a la complicidad del escucha en donde
el autor canta a perspectiva, en una estructura performática donde no
hay teatralidad, sino un juego de sonidos que refieren
a los elementos ausentes de escena: el ruido de las cosas invisibles que al
sólo escuchar recordamos.
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